27 mar 2010

El camino de la felicidad


El ser humano vive creyendo que busca la felicidad. Confunde muchas veces la felicidad con la alegría, aún cuando sabe que la alegría es una emoción que no puede durar eternamente, que encuentra su equilibrio en la tristeza, y vuelve a confundirse cuando buscando la felicidad elige sufrir. Y luego busca la sonrisa que haga que valga la pena haber sufrido tanto. Pero sólo vale la pena sufrir si es el camino que se elige, si se vive teniéndolo en cuenta, si resulta honroso mostrar marcas de guerra, si aguantar representa un mérito frente a los demás. Busca constantemente la aprobación del prójimo, aún cuando el acto de darse cuenta es personal.
Cada uno elige su camino, y cada acto y cada pensamiento sólo son un camino entre muchos caminos. Es un camino el sufrir, y es otro el ser feliz. La alegría es un camino corto, de transición, un camino que une otros dos. Elegir vivir para siempre en ese pequeño camino implicaría dejar de caminar, dejar de transitar, porque apenas se comience a andar, el camino se acaba. Pero ser feliz para siempre sí es posible. Y el camino de la felicidad es justamente eso, un camino. Las decisiones hechas a lo largo de ese camino tendrán la particularidad de estar hechas donde lo están, y serán para seguir en ese camino.
En el camino de la felicidad uno no busca sonreír, porque esa sonrisa se motivará mirando cualquier cosa que mire, porque el mundo está lleno de maravillas. En el camino de la felicidad uno no se siente culpable del sufrimiento ajeno, porque sabe que el sufrimiento es otra decisión, es otro camino; está al tanto, y si tiene amor por el que sufre, intentará ayudar, pero no se siente culpable. No supone tampoco que nadie quiere hacerle nada, no supone lo importante que es; sabe quién es porque mira para adentro con los mismos ojos con los que mira para afuera, sabe que los hechos son y los pensamientos todavía no, y tomarse como cierto algo que no lo es sólo produce confusión, sólo niebla en el camino. El que transita el camino de la felicidad no tiene miedo de morir, porque sabe que es inevitable, y es feliz caminando lo que ha caminado, porque sabe que nunca logrará recorrer el camino entero. Entonces piensa en su muerte como motivación, no como algo terrible, porque el recordar que el acto que está llevando a cabo puede bien ser el último lo llevará a poner todo su esfuerzo, a no mentirse más, a mejorar su espíritu hasta el último segundo. El que transita el camino de la felicidad no tiene miedo de moverse, porque sabe siempre que algo bueno le espera más adelante.
Pobre del necio que vive feliz en su ignorancia, porque nunca conocerá este camino.

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